Existe mucha prosa y mucha teoría sobre el cuerpo como envoltorio de
la persona. Generalmente se entiende como la carcasa de lo que realmente
somos.
Lo que ocurre, es que percibimos, a nosotros mismos y a
los demás a través de los sentidos, y para que esa percepción no acate
disonancias, tendemos a ser lo que parecemos, y parecer lo que somos.
Les
pongo un ejemplo clarificador y que llama mucho la atención a los que
visitan España: Al encender nuestro aparato receptor conocido como tv,
el grueso de las mujeres que aparecen en él, llevan el pelo rubio
artificial, mientras que lucen una piel típicamente mediterránea (que al
sol se pone morena o dorada y no rosa, vamos). Este artificio (el del
tinte, no el de la tv) va en contra de la naturaleza, pero a favor de
cierto gusto social de "distinguirse", de no ser el prototipo de
española.
Bien es cierto, que sobre todo a partir de ciertas
edades, el pelo claro suaviza considerablemente los rasgos, pero es al
fin y al cabo una decisión personal enfocada a desmarcarse de lo que la
biología nos tiene reservados.
Sin embargo, las modificaciones
corporales, no siempre van destinadas a destacar sobre los demás, sino
que a veces se busca pasar desapercibido, armonizar el aspecto con el de
la mayoría. Este es el caso de quienes, corrigen sus orejas de soplillo
(rasgo que a mi me encanta, por cierto), o eliminan con aparatología
médica cierta grasa localizada en su cuerpo.
Estos procesos se
hacen con supervisión médica, cosa que nos parece lógica, aunque de ello
no dependa la salud. Y aquí, hago un inciso: Estoy hartísima de quienes
se someten a una rinoplastia y lo justifican con una desviación de
tabique. No sólo son cosas muy distintas, si no que requieren de muy
diferente intervención: Mi hermana se operó el tabique: respira mucho
mejor y tiene la nariz igual que siempre. Yo (precoz como yo sola, ya lo narraré aquí con calma) me
sometí a una rinoplastia a los 13 años. A parte de ser una de las
mejores cosas que he hecho en mi vida (yo no, lo hizo un doctor),
continuo teniendo el tabique desviado. No se dejen engañar, basta ya de
doble moral con estos temas, por favor. No es una vergüenza modificar la
propia morfología... ¿lo es teñirse? ¿lo es depilarse?. Así que
desconfíen de quien disfraza de necesidad médica una decisión personal.
Tenemos que asumirnos, hacernos, sin excusas.
Hablaba de la
supervisión médica en este tipo de modificación corporal, porque implica
mayor riesgo y conocimiento que la utilización de un tinte farmatint,
por ejemplo.
Sin embargo, no hay estudios ni titulación expresa
para otro tipo de modificaciones, que van encaminadas precisamente a
desmarcarse de la sociedad.
Tatuajes, piercings,
implantes subdérmicos, escarificacioneones... En lo personal no me
gustan demasiado, pero me fascina que otros se vean bien con ello,
porque quiere decir que están decorando su "carcasa" un poco más allá de
como lo solemos hacer los demás, tapándonos con una determinada ropa,
haciendo dieta o cambiando la raya del pelo de lugar... Todas son
expresiones que dicen lo que queremos decir de nosotros: el color rubio,
porque sentimos que hemos superado (o renegamos del) celtiberismo; las
iniciales de nuestros hijos en el antebrazo, o unas bolitas bajo la piel
que representan una etapa importante de nuestra biografía...
El joven filósofo
Richard Tamayo
se pronunciaba así recientemente en un documental sobre el tema: "
Me
parece muy interesante esa tendencia a ligar valores espirituales o
morales con los que uno se define a sí mismo y la necesidad de que esos
valores se expresen corporalmente. Y no basta con que lo expreses con
una determinada gestualidad; no basta tampoco expresarlos con una
determinada manera de vestir; sino que en un momento dado, se hace
necesario que la carne exprese una a una nuestras variaciones morales o
esas características morales que nosotros creemos tener."
En
efecto amigos, al elegir una prenda de ropa y no otra estamos
definiéndonos, de la misma forma que si nos hacemos un tatú, marcamos
nuestra piel, la que nos va a acompañar durante todo nuestro recorrido
vital para visibilizar una pulsión bien moral, sentimental o simplemente
artística.
Mi amiga
Violeta Alcocer (a la que
conozco desde que ambas teníamos 4 años) se va a ampliar un tatuaje que
tiene en la cadera. No está a la vista, no lo hace por complacer a
nadie... lo hace por definirse, por ser más ella (además está en una
etapa de tránsito y anda creando sabiamente nuevos universos y rutinas).
Aun
no tenemos perspectiva histórica suficiente, como para calibrar la moda
textil como arte, tal vez por tratarse de arte efímero. Pero tanto la
ropa como los tatuajes, son expresiones artísticas, a veces incluso
políticas.
Yo incluyo en esta categoría moda,
piercings, tatús y cirugía estética, siempre que se traten con
honestidad, que se entiendan como modificación de la expresión corporal,
como armonía entre lo que somos, lo que creemos ser y lo que queremos
ser.
Ahora bien, -y aquí entra mi gusto personal- miedito me da lo que quiere dar a entender esta gente:
Emilio González
vive en Caracas. Su profesión es modificador corporal. Aprendió
practicando, a veces consigo mismo. Corta orejas y lenguas, inserta
cuernos y lo que le pidan... Y tiene una mujer y dos niños que lo adoran
y con los que hace una vida perfectamente normal. Lo que más me llama
la atención de este hombre, es que se quitó el ombligo.
Este personaje, también venezolano, se hace llamar
Caín
y hace años que inició una transformación para parecerse al diablo en
su forma corpórea, es decir, asemejarse a lo que los humanos asociamos
con el mal. Como ven se ha puesto cuernos, se ha cortado las aletas
nasales y se ha colocado pinchos por toda la cara.
Jocelyn Wildenstein,
o la mujer gato, consiguió su propósito a cuenta de la fortuna que
obtuvo al divorciarse de un millonario. A mi la historia me parece
profundamente triste. Su exmarido adoraba los gatos y desde el momento
en que pasó de ella, Jocelyn se obsesionó con reconquistarlo... y pensó
que la mejor manera era asemejarse a un felino. Ahora que youtubes,
facebooks y tumbrls se nutren de gatitos, esta mujer debería ser
tendencia.
Pero no se crean que es la única persona gato. Para nuestro deleite o desgracia, hay más. Miren esto:
Erik Sprague, el
hombre lagarto:
De todos es sabido que quien no es muy agraciado físicamente,
desarrolla otras facetas para seducir. Mi teoría es que este pobre
hombre no tenía ninguna, y decidió vivir cual reptil (una cosa de lo más
desagradable, por otra parte). Tiene lengua bífida y los dientes
afilados. Comer unas lentejas o hacer un cunilingus debe ser toda una
performance para Erik.
Donatella Versace era una
italiana risueña e incluso mona (a mi me parece que tenía un encanto
especial, y cara de ser divertidísima) que se fue convirtiendo en un
logotipo humorístico de nuestra era. ¿Qué se considera bella la
delgadez? Pues ella adelgaza ¿El pelo rubio queda mejor? Pues pelo
amarillo al canto ¿Qué tener los pechos grandes es atractivo? Pues se
plantifica unas circunferencias intradérmicas... ¿El bronceado da un
aspecto juvenil y saludable? Pues ella la que más. ...Y ésta es la fistra
que ha quedado.
Para la mayoría de nosotros, todos
estos son monstruos, pero en realidad son lo que quieren ser, han hecho
de su piel, la ventana de lo que son en verdad, y se asoman orgullosos.
Miren ustedes que suerte tenemos los que, como Violeta Alcocer, nos
hacemos algún cambio y nos autocolmamos de felicidad.
Lo dice Diana Aller