No sé porqué, pero en las mujeres me gustan las cejas gruesas y con entrecejo: dan una nota seductoramente agresiva a la mirada. A mi me quedan fatal, porque tengo la cara muy pequeña y llevo flequillo. Sin embargo, no puedo evitar cierta admiración cuando me cruzo con unas cejas pobladas, desafiantes, rudas y concisas. Tengo la impresión de que, quien las porta, es dueño también de una personalidad dominante y de cierta rebeldía innecesaria. Sin duda es sólo eso: una impresión... Veamos unos cuantos cejudos ilustres para ver si se cumple mi infundada teoría:
Paloma Segrelles: Es una ultrapija del mundo de las finanzas y un poco también del corazón. Es hija de Paloma Segrelles, lo que significa no que sea su propia madre, sino que se llaman igual. La madre regenta el
Club siglo XXI y la hija es la directora de la comisión de Jóvenes del mismo. Vamos, que mucha faena tampoco tiene. Eso sí, estudió lo suyo y se casó con
Emilio Álvarez, heredero del
grupo Eulén y las bodegas
Vega Sicilia. Cuando yo vivía en el barrio de Salamanca, me sorprendía la cantidad de mujeres que tenían mellizos. Cuando les miraba a la cara, les veía a todas pinta de inseminadas. No sé si
Paloma Segrelles lo será, pero como auténtica pija tiene a sus mellizos, su vida social, sus propiedades y su aparente familia feliz. Lo que no me cuadra (y me encanta) es ese proletario matojo capilar sobre los ojos. Hace interesante a quien de cualquier otra forma no lo conseguiría, y, no me lo nieguen, le da un aire de auténtica y enloquecida distinción, alejada de la vulgar melena rubia y el relleno siliconado que ostentan las de su calaña.
Grigori Perelman: Matemático listo como un conejo y coherente como él solito. Pueden encontrar en
su biografía inusuales datos de intachable ética, pareja a su inteligencia. El año pasado, este simpático ruso,
rechazó el millón de dólares que le ofrecía el
Instituto de Matemáticas Clay por resolver uno de los 7 problemas matemáticos del milenio. (Los otros 6 continúan sin solución). En concreto se trata de la llamada
Conjetura de Poncaré, una paranoia de la que no alcanzo a entender ni una coma. En el mundo de la matemática, existen también celebrities, envidias y traiciones... y unos ansiosos orientales trataron de arrebatar el éxito de Perelman, atribuyéndose la resolución. Al propio
Perelman le dio exactamente igual. No quiere fama, ni poder... ni dinero. Un cejudo encantador, como ven.
Frida Kahlo: Algún día, me gustaría estudiar en profundidad la relación entre la obra de esta mexicana universal y sus celos e inseguridades... fundados, pero enfermizos... Hoy estoy hablando de cejas así que, a ellas me remito. La propia Frida acostumbraba a dibujar entre ellas un auténtico pájaro ansiando libertad, y así lo explicaba cuando le preguntaban por aquel marcado entrecejo. (Y un mostacho como el de Aznar, todo sea dicho). Aunque para mí era mucho más artista su repulsivo marido, ha sido ella la que se ha hecho con el favor de la posteridad. Sin duda, los ropajes, peinados y amantes, contribuyeron a alimentar el mito de Kahlo: en apariencia una personalidad arrolladora enmarcada en una cejumbre obscena...
Marta Reyero: Aunque pareciera una periodista al uso, hay ciertos detalles de ella que me intrigan y atraen a partes iguales: Primero: tiene 11 años más que yo y aparenta mi edad. Segundo: Es licenciada en filosofía, como yo. Tercero: Es de origen asturiano, como Aller, el concejo que me da apellido. A mi estos datos, aunque escasos me hacen confiar en Marta y en sus cejas, me da una apacible seguridad y creo que también desdibujada esperanza, aunque no sé de qué.
Liam y Noel Gallagher, eran los típicos garrulos británicos, a los que sobrevino la fama y el éxito. Para mí que lo merecían, por necesarios, excesivos y truculentos. Otra cosa es la música que hacían con su grupo,
Oasis, que para mí que también lo merecían. Protagonizaban enfados entre ellos y con los demás, eran una suerte de
Azúcar Moreno, pero en chicos y británicos, y claro, sin depilar. (La extensión de las cejas de las Salazar al natural, no les va a la zaga). Sin duda los excesos de los Gallagher dieron durante años mucho juego en la aburrida prensa musical. Es muy de agradecer.

A modo de conclusión, he de decir que no creo que las cejas otorguen personalidad o rebeldía persé; pero en cierta forma, determinan un "más allá" alentador, otorgan un matiz interesante y dan poderío y arrojo a quien las porta con generosidad. Podemos encontrar noticias donde las cejas son trágicas protagonistas; (como
ésta) o dar cuenta del
apellido Cejudo, relativamente común. Podemos también obviar una industria innecesaria y seguro que muy contaminante, como la de fabricación de pinzas de depilar; y podemos plantearnos una vida mejor, con una ceja inquieta, ochentera, generosa, juguetona y rebelde. Pensemos en ello: otra ceja es posible.