De historia no sé mucho y temo
fuerte meter la pata. Si alguien encuentra erratas o inexactitudes, que me
avise, porfa.
Lo que sí es verdad es que me
interesan bastantito casos muy puntuales de mujeres que “usurparon” el poder
que por razón de su género no les pertenecía. Me gusta, por ejemplo, Hatshepsut,
la reina-faraón de la decimoctava dinastía egipcia, la más chachi y locuela. Y Cleopatra,
ya en los estertores del imperio y con una leyenda negra detrás que ya quisiera
Bukowski o el cantante sin carisma de León Benavente.
Pero no: Hoy vengo
aquí a hablar de otra mujer a la que se le echó la historia, el machismo y la
leyenda encima, por el simple hecho de ser mujer, de ser fuerte y ostentar
poder, lo cual, ya se sabe, es leído en esta y las civilizaciones que nos
preceden, como un desacato monumental.
A ver, esta mujer
de la que voy a hablar, buena, maja y empática, no sabemos si era. Pero
interesante, un rato largo. Sírvase su bebida favorita, un piscolabis de
los que molan (pipas Tijuana, aceitunas gordas y grasientas con mucho líquido,
Doritos amarillos con queso cheddar derretido…) que la ocasión lo merece.
Vamos con Wu
Zetian o Wu Zhao, nacida en el año 625 y futura gobernadora (técnicamente
emperatriz) de China. Única emperatriz de China hasta la fecha de hoy.
Wu vivía como cualquier familia pudiente de la época, que
tampoco tengo muy claro cómo sería, pero siendo una niña terminó entrando en la
corte del emperador como concubina del emperador Taizong (599-649). Les pongo en antecedentes
de cómo era el emperador (de verdadero nombre Li Shimin). Li Shimin mató a
sus dos hermanos y condujo una insurrección contra su padre en el año 626 para
deponerlo y así convertirse en gobernante. Lo típico. Cuando
este angelito murió, la concubina Wu “fue heredada” por su hijo, el
emperador Gaozong.
Esto para la moral confuciana era fuerte,
pero en esa corte de la dinastía Tang (qué rico el Tang tropical, el
rojo) pasaban cosas. PASABAN COSAS.
El
emperador Gaozong, tenía una mujer, la emperatriz Wang,
que se hizo un poco amigui de Wu. Le pidió ayuda para parar los pies a Xiao,
otra concubina que vivía en el harén y que era un poquito trepa. Wu hizo todo
lo que estaba en su mano para que Xiao no medrara en la corte. Tan en serio se
lo tomó, que terminó alcanzando una situación de privilegio y cercanía con el
emperador Gaozong… que, oye, no era mala gente porque no iba matando por ahí tanto
como su padre. Un poquito sí. Total, que se hicieron gracia y se casaron.
Lógicamente ni a la emperatriz Wang ni a la concubina Xiao les sentó muy bien esto.
Y probablemente tampoco que tuvieran una hijita monísima (bueno, me la imagino
monísima) en el año 645. La bebé apareció asesinada en extrañas
circunstancias en el harén donde vivían y muy probablemente menstruaban
todas a la vez, como en las redacciones de las revistas femeninas. El emperador
Gaozong se cabreó como nunca. Normal, habían matado a su hija… Así que mandó torturar
hasta la muerte a la emperatriz y a la concubina Xiao. Así, sin
contemplaciones. (La leyenda, negra como el alma de Ortega Smith, se encargaría
de hacer creer que la pobre Wu mató a su propia hija para orquestar semejante
escabechina).
Llegó un momento en el que el emperador Gaozong enfermó y cada vez iba a peor. Wu, que era resuelta y echá p´adelante, se vino arriba y empezó a gobernar en la sombra. Lo hacía en nombre de su marido y trataba de tomar las decisiones -sanguinarias si fuera el caso- que él tomaría. Como no había forma de ponerse de acuerdo con algunos miembros del equipo de gobierno, ordenó su ejecución. Fue la única forma que encontró la pobre de que nadie le llevara la contraria. Eran las formas de su marido, que ella obedecía lo mejor que podía. Pero entonces su marido el emperador murió y le sucedió su tercer hijo, Tang Zhongzong. Wu, que le había cogido gusto al poder, se plantó y destituyó al emperador para dar el trono a su hijo Tang Ruizong. Pero el muchacho estaba empanao, le interesaban otras cosas, tenía la cabeza llena de pájaros… Y Wu decidió quitar a su hijo y ponerse ella, mucho mejor dotada para el poder. Se autocoronó como “emperador” y el pueblo (y el confucionismo más conservador) puso el grito en el cielo (qué expresión más guay, pardiez: poner el grito en el cielo. Es poesía sin métrica. Es lujo comarcal. Costumbrismo de diamantes).
La muchacha, que
ya era una adulta de ideas claras, tal vez por hacerse valer, en ocasiones tuvo
que mostrar una fortaleza desmesurada, aunque bien es probable que como suele
ocurrir, se le achaquen maldades de magnitud infinita por el hecho de ser
mujer. (¿No se han fijado ustedes en el ensañamiento hiperbólico que hay contra
las mujeres políticas, en contraposición a sus compañeros varones que hay
simple y llana mala hostia?)
Cambió el arcaico
confucionismo y su confución por
un mucho más abierto budismo,
que practicaba con sereno aliento. Así mismo, desarrolló notablemente la
agricultura, consiguiendo rentabilizar las tierras, el trabajo y la producción.
Wu Zetian defendió
valientemente a China frente a ataques internacionales, consiguiendo una estabilidad económica insigne y
admirable. Pero lo hizo además sin desatender la
cultura, que le preocupaba muchísimo, sabedora de que el verdadero patrimonio es el cultural. Construyó
la mayor de las Grutas de Longmen, y la Gruta Fengxian, por ejemplo.
Teniendo tanto poder, podría
haber mantenido una sociedad estratificada y absurdamente jerarquizada, pero se
pringó e hizo porque las mujeres elevaran su posición social y obtuvieran
reconocimientos laborales de los que hasta entonces
carecían.
Deseosa de expandir su poderío más allá de las fronteras,
intentó ampliar el imperio. Así, las tropas imperiales tuvieron que recibir la
ayuda de sus aliados turcos para repeler una invasión kitan en Hopeh (696),
pero dos años más tarde fueron los propios turcos al mando del khan Mo-cho
quienes se alzaron en armas, siendo necesario enviar un ejército (al mando del
príncipe Zhongzong) para derrotarlos. Encima, el Reino del Tíbet había
incrementado notablemente su poder militar, y comenzó a amenazar no sólo la
supremacía china en Asia Central, sino las propias fronteras occidentales del
Imperio. Wu, como buena estratega, se mantuvo firme en todo momento tratando de
no arriesgar cuando no tenía garantías de ganar.
Sin embargo, la medida más curiosa y
por la que ha trascendido a los anales de la historia (“anales de la
historia” es un nombre bien bonito también) ni siquiera sabemos si es
verdad o de nuevo una tergiversación histórica.
Al parecer, Wu Zetian obligaba a
mandatarios y visitantes a una recepción bien llamativa: A modo de saludo y
para rendirle pleitesía antes de cualquier parlamento, cualquiera que visitara
palacio, tenía que practicarle un completo cunnilingus.
A mí la medida no me parece mal del todo, máxime si ella
se reservara el derecho de decidir quién sí y quién no le comía sus partes
pudendas según las apetencias del momento.
¿Se imaginan ustedes que se pusiera de moda esta hermosa
salutación para que los demás nos presentaran sus respetos?
Bien es verdad, que parejo a estas costumbres, para
consolidar su régimen, Wu llevó a cabo una cuidadosa estrategia de
legitimización que incluía la creación de una nueva genealogía familiar sacralizando
sus propios orígenes. Lo hizo desde el budismo, levantando templos a sus
antepasados y también gigantescos monumentos religiosos -entre los que destaca
la estatua del Buda Maitreya de Longmen-. Sus medidas -desde una óptica de hoy,
populistas- en el momento eran meras estrategias para atraerse el favor
del pueblo. Sus simpatizantes, por otro lado, continuaron con la persecución
política hacia los disidentes y los asesinatos se sucedieron hasta culminar en
una enorme matanza de miembros de la familia Tang, de la aristocracia y
de intelectuales de la escuela confuciana (697).
La rumorología del momento y la historiografía
posterior, decía que la “emperador” fue convirtiéndose en una depravada
sexual y moral. Podrán leer ustedes biografías que cuentan como algo
chunguísimo, que Wu organizaba orgías en el Palacio imperial. Y yo
pienso ¿Qué harían ustedes si tuvieran un palacio entero para usted y un país
próspero bajo su gobierno? Yo desde luego, lo celebraría… Lo que no sé es si
sólo con orgías o además añadiría festivales de música y drogas purísimas. El
caso es que el pueblo, básico y
reconocido como el hummus del Mercadona, ya lo saben ustedes, suele apostar por “lo
malo conocido”, por ¡Vivan las cadenas! y la moral vanamente sacrificada.
Así que, un golpe de Estado dirigido por la
facción de los burócratas hartitos de que una mujer les gobernara, acabó con
la vida de sus dos favoritos -probablemente también amantes- y le obligaron
a abdicar en la figura de Zhongzong, quedando así restaurada así la línea
masculina de la dinastía Tang. Como debe ser. Como dios manda.
Wu
no lo soportó y murió a los pocos meses. Tenía 80 años. Fue enterrada en el mausoleo
Qian Ling, donde estaba su marido, el emperador Gaozong. En la
lápida de Wu no pone nada. Al parecer, ella quería que sus sucesores
escribieran un epitafio que hiciera justicia a su reinado.
Nadie
se ocupó de ello.
Ojalá
poder escribir ahora en esa lápida. Y ojalá poner “ME COMÉIS EL COÑO TODOS".
*Este sábado 28 pincho de madrugada -de 03:00 a 06:00 en Apartamento (Costello Privé,
calle Ballesta) donde sólo se puede entrar con invitación. Si desea usted
venir, dígame con cuanta gente en dianaller@hotmail.com y les pongo en
lista.
Me reservo el derecho a decidir en cada caso si me comen el
coño en forma de saludo.
Lo
dice Diana Aller