Sus enemigos virtuales le ponen a caldo en muros de Facebook; se ha convertido en el implacable azote de la cultura y la sociedad con vocación underground y cosecha encendidas aversiones entre sus coetáneos a los que bloquea sin miramientos de todos los espacios bloqueables.
¿Por qué tanta gente odia a Victor Lenore?
O mejor
¿Por qué Victor Lenore muestra tanto resentimiento vital en cuanto tiene un teclado con letras delante?
Para quien no esté al tanto, les cuento quién es Lenore:

Es un señor que nació en el 72 en Soria, vivió en El Puerto de Santa María, Cádiz y era habitual encontrárselo en festivales y conciertos. Siempre cabal y concentrado en el espectáculo que tenía delante. Mientras todos los veinteañeros de la época andábamos como vacas sin cencerro, disfrutando de la música y experimentando inconscientes con moléculas psicoactivas, él se mantenía impertérrito con su parka verde y sus gafas, porque además de no drogarse, era un muy profesional crítico musical. Otra característica notoria y que alabo si cabe más hoy día, es su
amplitud de miras de aquella época. Dedicaba el mismo mimo a Malú, a Jamiroquai o a Felt. Y sus críticas, fueran en la dirección que fueran, eran terriblemente responsables. Como él.
En su época de instituto trabó amistad con
Manolo Martínez, el 50% del duo musicovocal Astrud (hoy profesor de filosofía) y con
Jesús Llorente, un personaje que me prohibió hablar de él so pena de denunciarme, aunque tengo mucho más que agradecerle (la casa donde vivo, por ejemplo) que recriminarle. Con este sujeto (poeta y según mis cálculos cabalísticos, también anticristo -sus padres eran María y José y nació un 24 de diciembre, ahí lo dejo-) se lanzó a avalar proyectos musicales que Llorente licenciaba bajo su sello discográfico
Acuarela. Ahí salieron los primeros trabajos de
Nacho Vegas y
Señor Chinarro, por ejemplo. También eran fervientes entusiastas de
Los Planetas y así lo hacían notar a la mínima en sus culturales vidas, llenas de testosterona y sensibilidad musical. Porque ya habrán notado que este texto empieza a oler a polla, y así va a seguir, me temo (y bien que lo siento, chavalas) porque
estas guerras son una de tantas expresiones machunas. Ya saben, los muchachos de pocas aspiraciones culturales son de derechas, los sensibles y leídos de izquierdas. Pero su machismo es más retorcido y sibilino: ellos se consideran aliados, pero todos tienen una mujer que por dinero o por amor les friega el baño.
El caso es que todo apuntaba a que mi amigo Víctor -sí, le considero amigo de verdad, se lo advierto ya- se convirtiera en un treintañero sumido en una hipoteca, con pareja estable y en un cuarentañero divorciado y bien posicionado. Su carrera así parecía advertirlo.
Pero Víctor sufrió un proceso de apertura de ojos, como muchas de ustedes (hablo en femenino porque el 70% de las pupilas que repasan estas oscuras letras son mujeres) han vivido con el feminismo o con el 15M... Lo que para la mayoría supone simplemente
"tomar conciencia" y saber de las desigualdades que nuestros sistemas políticos producen, en Víctor implicó una nueva luz bajo la cual leer el mundo contemporáneo. En lugar de hacer un voluntariado, ayudar en un comedor social o montar una ONG, decidió escribir un libro. Un libro -lo digo desde el corazón y también desde las tripas- muy recomendable, aunque algo desordenado: "
Indies, Hipsters y Gafapastas" (Capitán Swing).
Aquí
entrevisté a Lenore y aquí escribí sobre
ciertas consecuencias de su libro y la constante exclusión femenina en los espacios de debate.
El caso es que el libro abrió un nuevo camino
enfermizamente complaciente para mi querido Víctor. Descubrió que
las críticas y los enfrentamientos fortalecían sus razones. Cada vez que alguien se sentía herido o señalado (amiguis feministas ¿les suena esto de que se ofendan con nuestro discurso?) Lenore se fortalecía más, blandiendo su espada justiciera compuesta de nuestra bella lengua romance. Y así, se fue recrudeciendo en sus propios juicios (iba a decir "radicalizando", pero me parece que el verbo "radicalizar" está tomando una deriva muy fea).
Pero Víctor, es de natural una persona tranquila y empática, con la que es una delicia pasar una tarde charlando. Sobre todo cara a cara, con toda la carga gestual, el lenguaje no verbal y el cariño sincero. Nada de esto se trasluce en sus textos -a veces atinados, a veces un mero desbarre desde una perspectiva cercenada y siempre interesada-.
Víctor, como usted y como yo, se ha ido haciendo mayor. Se ha dado de bruces (probablemente también como usted y como yo) con los sinsabores de la vida adulta. Incorporó el conocimiento de sustancias psicoactivas relativamente mayor. Y la crisis le abofeteó en la cara haciendo que
tomara conciencia de los privilegios: sobre todo de los ajenos, pero también de los propios.
Esta revisión de privilegios (que muchos tenemos todavía pendiente) trajo consigo una guerra severa con los otros, con lo otro.
Víctor quería -y necesitaba- desmarcarse de la mierda de época que nos ha tocado vivir, de tanta injusticia, de tanta ceguera complaciente y bobalicona. Por eso, necesitaba distanciarse de toda esa cultura supuestamente "cool" pero llena de prejuicios; y a la vez, por coherencia intelectual, alejarse de lo que él mismo había sido antes.
Lenore lo cuenta con asombrosa naturalidad (por ejemplo en
esta entrevista del siempre grande
Manu Piñón): habla y reniega de su pasado. Algo a priori salubre y recomendable. Donde yo detecto cierta disonancia (yo, desde mi personalísima perspectiva, que luego... vaya usted a saber) es en esa guerra contra los demás que
en realidad es una guerra consigo mismo, donde se ve incapaz de claudicar. No hay vuelta a atrás. No puede "venderse" a un sistema, ni entero ni por partes: Víctor Lenore sólo puede tirar hacia adelante con sus críticas, le lleven a donde le lleven. Ahora le ha dado por el independentismo catalán y opina con inusitada soltura sobre cuestiones que jamás ha vivido (tampoco ha sido mujer, ni latino y usurpa el discurso de unas y otros con sorprendente paternalismo).
No es lo que dice Lenore, sino cómo lo dice, lo que hiere. Porque no habla desde la duda sino sentando cátedra. Por eso no se ofenden los latinos, ni las mujeres, ni los independentistas catalanes. Ni siquiera los fachas o religiosos: Se ofenden y entran al trapo (sobre todo) hombres cis, blancos, heterosexuales, no migrantes, significados desde la izquierda política y con una colección de privilegios que muestran sin saber en sus solapas.
Hasta tal punto ha llegado el asunto que
Facebook está entretenidísimo gracias a Lenore. Cada vez que bloquea a un usuario, éste se queja en su muro (de lamentaciones) y un montón de acólitos jalean y critican al crítico, entusiasmados con un blanco tan fácil.
Cada vez que Víctor escribe en
El Confidencial que los festivales son mafias, que
Dylan es un pesado llorón o que Isabel Pantoja es chachi (por favor, dejemos de cosificar anteponiendo "la" a un nombre o apellido de mujer. Gracias) un montón de gente se lanza a criticarle. Es muy común que se diga que "
vive de esto, del clickbait"; que es un mero provocador para conseguir que la gente entre en sus artículos y así recoger mayores réditos.
Aprovecho para aclarar que no, que la espiral en la que ha entrado Víctor es mucho más inocente: se cierra puertas una detrás de otra con su hermética actitud porque
el rechazo que genera su opinión le reafirma en sus creencias. (Aunque puede vivir y mantener a sus 2 hijos sólo de sus escritos, algo de lo que yo estoy a años luz de conseguir).
Creo que le conozco lo suficiente como para afirmar que
es candorosa e ingenua su crítica al neoliberalismo. Él no se da cuenta de que está favoreciendo a un sistema cruel, que está dando pan al enemigo -precarizándose a sí mismo incluso- en pos de una idea cada vez más distorsionada de la realidad.
Viene a decirnos a las mujeres que Los Planetas son misóginos, o a los africanos que la cultura los excluye, pero
lo dice desde una atalaya construida de privilegios, usurpando el lugar de los desfavorecidos para ser la voz de sus causas. Y eso a la gente no le hace ni puñetera gracia. O bueno, sí, porque creo que se ha convertido un poco en eso: en
humor. Todo lo que escribe Lenore se ha convertido en objeto de crítica desde la risa: El dibujante Juanjo Sáez, mi buen amigo Porres y decenas más, comentan con aire jocoso que han entrado en
el "selecto club de los bloqueados por Victor Lenore". (En breve se abrirá un grupo en Facebook, estoy segura).
Se habla incluso de "
Lenoradas", que es algo que me parece muy poético: tener una personalidad tan fijada que resulta adjetivable, igual que "quijotesco"... y eso es un mérito, que
responde a un carisma determinado, reconozcámoslo. Lenore lo tiene.
Yo entiendo a quienes se cabrean o se dan por aludidos en sus escritos, pero también le entiendo a él. Eso sí, no comparto ofensas ni opiniones con unos ni con otro. Pero pienso seguir quedando con Víctor, igual que quedo con amigos que tienen opiniones opuestas a las mías. Debo ser una interesada, pero a mí me enriquece una barbaridad que la gente no piense como yo.
Un saludo, Víctor.
Y paz para sus detractores, estas cosas no son tan importantes, de verdad se lo digo.
Lo dice Diana Aller