Pero recién terminada la edad media, era una cosa muy rara, que sólo se le ocurriría a alguien con aptitudes artísticas (tenía que hacerlo dibujando, claro) y cierta egolatría.
Y eso es lo que hizo un niño alemán, de nombre Albrecht Dürer, hijo de un orfebre húngaro y de una pobre mujer que parió 18 hijos, de los que sólo sobrevivirían 3, entre ellos Albertito.
Y sí, este es el primer
Lo cool en esa época era Italia, no Alemania, así que Durero que veía el arte renacentista guay e interesante, como ahora percibimos la electrónica, enfocó su vida y su hacer hacia lo más chachi del momento: la Italia efervescente y renacentista, que era como Londres y Nueva York ahora.
Pasó por los Países Bajos, por Suiza, pintó cuadros de todo tipo y se especializó en laboriosos grabados, que le relajaban una barbaridad. Tengan en cuenta que todavía la gente no coloreaba mandalas ni practicaba mindfulness.
Durero, además de tener buena mano para la pintura y admiración infinita hacia el arte renacentista italiano, era avispado, estudioso de la geometría y el empirismo y amante de la idealización y la mitología clásica. En Alemania, anclados en la imaginería medieval, Alberto era un bicho raro, un incomprendido...
El
Pero supone ante todo una percepción del yo a la vez como sujeto y objeto. Ese gesto que hoy nos parece tan habitual (obsesivo para algunos) de extender el brazo y enmarcar el propio rostro, es en realidad una demoniaca mezcla de autor y modelo que ofrece matices alucinantes y dice muchísimo. A veces mucho más de lo que pretende.
En la época de Durero requería más tiempo y mayor preparación; pero sobre todo, era una cuestión de principios, un alegato en favor del arte. El autor, no es un artesano anónimo, es un artista, es el verdadero protagonista. Y el colocarse ante el propio foco es una forma de autoafirmación y de búsqueda consciente de reconocimiento.
Pero en el caso de Durero, que se dibuja con compulsión, encontramos además una evolución no sólo física, también de su dimensión psicológica.
Por ejemplo, en este "
En la parte superior, observamos el que será ya el logo de Durero, la A y la D, que me estoy planteando adoptar como firma (ya que se corresponde también con mis iniciales).
En este "
A la derecha del siguiente
De hecho, al escanear el cuadro se vislumbra el dibujo previo que hizo, probablemente frente a un espejo, que después coloreó:
Sólo Cristo y los Reyes se representaban mirando de frente, y él era muy consciente de que retratarse así era toda una provocación.
Se trata de una pintura realista, que capta cierta asimetría en el rostro, y que muestra un semblante serio, e incluso atemorizante.
Durero, sepan ustedes, conocía al dedillo las escrituras del Apocalipsis, y por aquella época existía la creencia de que el mundo podría terminar en el año 1500. Pero como ya se imaginarán ustedes, esto no ocurrió.
El caso es que el pintor mostraba en sus grabados la torsión, el movimiento y la violencia con absoluta maestría. (Vean aquí "Los 4 jinetes del Apocalipsis", como ejemplo):
En este siguiente
De fondo, se vislumbran Los Alpes que tan bien conocía.
En general, es un retrato vanidoso, muy para el Instagram. Se trata de fardar, de mostrar al mundo una idealización del entorno, tal y como sucede hoy desde las redes sociales.
Es a partir de este momento, que el renacentista alemán se viene arriba y se dedica a investigar sobre su propia imagen. A partir de este momento, podríamos decir que domina el arte de retratarse y ya no es mera experimentación. Se entretiene, compone, e incluso afea su propia imagen.
Aquí, se autorretrata como Ecce Homo, de una forma nada favorecida y si me apuran de un modo un tanto expresionista:
La tensión muscular del brazo, nos habla del profundo interés sobre la anatomía masculina del pintor. Sepan ustedes que Durero se casó con una mujer, pero varias anécdotas que han trascendido hasta nuestros días, nos hacen sospechar de su gusto homosexual: Por ejemplo, hay una frase en griego de su íntimo amigo Willibald Pirckheimer en un
La fisionomía humana le interesaba de forma artística y biológica, y sus
El realismo y la ausencia de fondo al dibujar este famoso conejo, resulta totalmente novedoso en pintura:
Hay algo curioso en este retrato conejil, que se repite en casi todos los retratos de Durero: Para dar viveza a la mirada, dibuja con maestría las pupilas. Aprendió, probablemente en su estudio, a dibujar un reflejo, que muy posiblemente sería de la ventana que allí tenía. Y repitió siempre que pudo esta fórmula maravillosa.
Cuando Durero se dibuja de esta guisa, ha perdido ya toda la vergüenza y se muestra sin pudor. Es un paso más allá en el
Alberto Durero fue uno de los artistas punteros del Renacimiento. Se salió con la suya: De hecho consiguió ser el más destacado artista alemán renacentista. Como era propio en su época, andaba intrigado por los animales, su espíritu y anatomía, y gustaba de estudiar composiciones complejas con ellos. En aquellos tiempos muchas de las especies animales eran un auténtico misterio, y Alberto, como tantos otros coetáneos, deseaba descubrir y estudiar todos cuanto se encontrara. Se cuenta que escuchó que ele los Países Bajos había una ballena encallada y decidió ir a verla. Sin embargo durante ese viaje contrajo malaria y murió. Murió presa de su propia pasión.
Lo dice Diana Aller