*Advertencia: Ilustran el artículo fotos de bloggers con ropa lowcost que demuestran lo vulgar y frustrante que resulta la moda manchada de crueldad. Observen lo parodiables que resultan.

Hace 10 años intenté hacer un experimento. Digo que lo intenté, porque en absoluto lo conseguí. Me propuse no volver a comprar ropa en
grandes superficies. Tenía mucha ropa. Más de la que necesitaba. Me intenté pasar un año sin pisar un ZARA ni ningún establecimiento similar. (Veo que hay gente que ha hecho
cosas parecidas) Sentía que había algo turbio en ese consumo ampuloso, cargado de ansiedad y vulgaridad. Creía que se trataba solo de precariedad laboral, ingenua de mi.
Aguanté casi un mes.


Sentí que había fracasado (Mi experimento incluía una foto diaria sin repetir outfit; ni una sola prenda).
Por mera intuición, sabía que no era ético consumir ropa tan barata, aunque no era capaz de desgranar el porqué. Aquel fracaso en realidad no fue tal. Sirvió como semilla de toda una filosofía de consumo que fui puliendo poco a poco.

Cada vez, reutilizaba más
prendas que encontraba en la basura. Sacando al perro por la noche, encontraba -y encuentro- auténticas joyitas. Terminé haciendo de ello todo un corpus vital y estético. (
Aquí más ejemplos). No, no había fracasado.

Hoy todavía compro bisutería, ropa interior y pantalones de chandal para mis hijos. Pero he decidido que esto va a cambiar. No puedo seguir promoviendo esta salvajada, esta opresión tan amoral, este sistema cruel y genocida.

Sirva esta -preciosa y bien nutrida, todo hay que decirlo- página web como depositaria de esta declaración de intenciones: Mi blog pongo por testigo que nunca más volveré a promover la explotación textil. Ha llegado el momento de decir ¡Basta!.

Me ha hecho tomar esta decisión el visionado de un documental esclarecedor que les ruego vean después de leer mi texto;
ESTE.
Viene a mostrar las siguientes certezas:
-Para abaratar costes (y así aumentar beneficios), el sistema de producción se externaliza a
países pobres en los que no existe control alguno sobre las garantías laborales. Esto implica una explotación de trabajadoras (más del 85% son mujeres) que roza la esclavitud. Se les despoja de todo derecho y toda dignidad, se les priva de una vida normal y se se les somete a malos tratos -físicos incluso- alienación y miedo.
Por supuesto se emplean niños, son trabajadores que "duran más" y se someten -todavía- más fácilmente. Los sindicatos son una broma de mal gusto, y los datos y contratos se falsean en pro de la productividad.
-Existe una
competencia feroz entre estas fábricas de explotación textil. Cada empresa fabrica donde produce más barato y esto repercute en el salario final de los trabajadores, en las horas extras (de hecho apenas existen horas libres) y en la imposibilidad de romper estos regímenes esclavistas. Todos los que intervienen en este proceso de fabricación no tienen posibilidad de formarse ni de trabajar en otra cosa, porque los países industrializados han colonizado todo el sector laboral autóctono.

-El
impacto medioambiental es terrorífico. No se sabe cuánto, porque no se hacen estudios fiables al respecto. No interesa a ningún gobierno. Sin embargo los agresivos procesos químicos han devaluado no ya el suelo y el aire de estos lugares, sino el entorno en el que la mano de obra trabaja. Los efectos secundarios entre los explotados y su salud son devastadores. Cáncer, enfermedades respiratorias, muertes prematuras... y problemas genéticos dignos de Chernobyl. Greenpeace inició la llamada
campaña Detox en favor del planeta el año pasado. Quieren involucrar a los consumidores, y así a las marcas a enfrentar el problema, y fomentar un consumo limpio. Algunas firmas están empezando a comprometerse, pero todo apunta a que no es más que un lavado de cara.

-En general, los
horrores colaterales son bastante peores de lo que podamos imaginar. Un derrumbe de una de estas fábricas en
Bangladesh en 2013 destapó toda la mierda que supuraba el negocio textil en el mundo. Sin embargo, lejos de tomar conciencia, el consumo creció desorbitadamente después. Ni los gobiernos, ni las firmas responsables, ni los consumidores parecieron reaccionar. Como siempre, las víctimas fueron los más desfavorecidos.

-Las multinacionales textiles dicen trabajar para "
satisfacer al cliente"; aunque está más que probado que el consumo en las sociedades desarrolladas causa precisamente infelicidad y angustia. De hecho, se fomenta la falsa creencia de que tenemos un poder adquisitivo saneado porque podemos comprar algo cada semana. Los bienes necesarios son excepcionalmente caros (vivienda, coche, suministros...) y los que no necesitamos están al alcance de cualquier bolsillo, pero sorprendentemente, nos generan gran frustración. Para vender se generan expectativas imposibles, que al no cumplirse van minando nuestra autoestima y nos hace ser desgraciados.
-La ropa
creada con la sangre y el sudor de otros no es cool. Está mal patronada, utiliza químicos nocivos para la piel y es de una ordinariez insólita.
Teniendo como tenemos, tanta oferta a nuestro alcance, la gente se empeña en uniformarse, en despersonalizarse. Cuando nos acostumbramos a vestir ropa buena, artesana y bien hecha, resulta más fácil detectar la vulgaridad de las multinacionales textiles. Sin gracia, sin alma.
Yo misma lo compruebo a menudo.

Amigas, amigos, basta ya de fomentar esta porquería. Otro consumo textil es posible: Hay
empresas éticas con diseños preciosos que duran toda la vida, hay tiendas de segunda mano que no favorecen la explotación del tercer mundo, y hay basuras llenas de tesoros por descubrir.
Sobra ropa y falta estilo.


Mientras los responsables sigan
sin hacer gran cosa, tenemos que concienciarnos. Tal vez no se pueda de un día para otro, pero me encantaría que intentaran añadir cierta ética a su vestimenta. Ciertas ong´s han lanzado alguna campaña ingeniosa de sensibilización como
ésta, pero si tomamos conciencia, podremos tener el poder de la situación. Tengan en cuenta que apenas contamos con derechos en las sociedades capitalistas; solo importamos como votantes de vez en cuando. Interesamos sobre todo en cuanto consumidores. Ejerzamos nuestro poder, porque les aseguro que lo tenemos.

Tengan en cuenta que la ley del silencio opera en parte en España, por albergar al gran gigante de
Inditex, pero también es recomendable ver
este reportaje que obvia la existencia de la empresa de Amancio Ortega para adentrarse un poco más. (está también en distintos vídeos en
youtube)
Les emplazo a que vean
el documental que me ha servido para terminar mi conversión.
Pueden consultar datos fiables
AQUÍ.
Lo dice Diana Aller