
Lo dice Diana Aller
Las dos, descubren el mundo juntas. Nastassja, que para mi está en el top ten de las mujeres más atractivas del cine, era hija del conocido actor director Klaus Kinski.
Bien, pues Nastassja convence a Demi para abandonar la escuela y dedicarse a algo más divertido. Demi, que es algo más joven (tiene entonces 16 años) se deja llevar. Prueba suerte como modelo. Modelo de catálogo cutre... y es que, aunque es mona, le falta cierta gracia...
Se casa a los 18 años con Freddy Moore. Inocente y orgullosa, adopta el apellido de su marido. Y será para toda la vida (el apellido, no el marido).
Su primera película, se llama Choices. No es un gran trabajo, pero es un punto de partida.
Le dan entonces un papel secundario en la serie General Hospital, que se emitía en el canal ABC. Ese fue su despegue profesional, pero también, el comienzo del declive: Por primera vez tiene dinero. No sabe cómo gastarlo, no sabe vivir, se deja llevar. Por primera vez se siente adulada, no sabe lo que es eso. Se deja llevar. Por primera vez consume cocaína. Le encanta. Y sí, se deja llevar. De 1982 a 1983 participa en la serie y adquiere cierto nombre. La adicción le duraría algo más. Demi es débil. La contrataron en una película llamada St. Elmo´s Fire; donde interpretaba a una multiadicta. Curiosamente, un día que llegó al rodaje puestísima, la echaron. Le dijeron que tenía que desengancharse para interpretar este papel (Qué contrasentido ¿no?). Muy digna ella, fue a un centro, y en un tiempo record consiguió dejar atrás tres años de bucle de fiestas. Como si nada, firmó un contrato en el que se comprometía a no consumir drogas ¡ni alcohol! en lo que durara el rodaje. Y lo cumplió.
Además, se separó de su marido tras cuatro años bastante desastrosos.
Fortalecida por su fuerza de voluntad, Demi se da cuenta de su potencial y su capacidad de dirigir su propia vida. La segunda parte de la década de los 80, la dedica a trabajar en películas con cada vez más presupuesto y donde se le va pagando mejor. Claro que, como ningún contrato le obliga a mantenerse sobria, de cuando en cuando, y sin estridencias, se pega una fiestecita.
Se lía con un actor-promesa. Todo el mundo decía que iba a ser la bomba. Sin embargo, nadie terminaba de ver el potencial de ella. Juntos, asistían a las fiestas de moda, disfrutaban de la vida nocturna de Hollywood y brindaban por su futuro. Él se llamaba Emilio Estevez. Pero Demi no termina de verlo claro, y finalmente rompen, sin mucho dolor por parte de ninguno. Pero Demi teme encontrarse sola, padece el síndrome Carmina Ordóñez: aunque sea a base de juerga, pero necesita gente al rededor.
Entonces llega Bruce Willis, un hombretón de discutible belleza pero innegable atractivo. Se casan en 1987 y hasta el 2000, año en el que se divorcian, les da tiempo a comprimir lo que a muchos les cuesta una vida entera: Tienen 3 hijas, y alcanzan los primeros puestos de la fama a nivel mundial.
Demi posa desnuda y embarazada para Vanity Fair, en lo que se conviertiría en todo un icono de la época. Sin saberlo, de forma casi inconsciente, rompe barreras y se carga tabúes patriarcales grabados a fuego en la sociedad occidental. La foto no sólo es escandalosa: es bonita, es maternal, es sexual... representa a la mujer en estado puro. (En esto, seguro que mis compañeras de El parto es nuestro están de acuerdo). El peinado, la luz y el color son hijos de su tiempo, y representan a la perfección el choque de conflictos de una generación entera. Ella, ajena al revuelo (y las parodias) que levantaría aquello, disfruta de su maternidad.
Sus tres hijas, Rumer, Scout LaRue y Tallulah, heredan los rasgos físicos de su padre, y nacen en un hogar millonario y 100%celebrity. Nada que ver con el nomadismo, la pobreza y la belleza de su madre.
El momento de mayor apogeo en la carrera de Demi Moore, probablemente sería en 1990-91, cuando se grabó y estrenó Ghost. La película, como ustedes saben, cuenta la historia de amor de una mujer y su pareja (Patrick Swyze) una vez que él muere. Se trata del almibarado romanticismo propio de la época, aderezado con el humor de Whoopi Goldberg... la receta generacional del éxito de aquel momento, vamos. Entre los actores existía cero química, el género del filme es prácticamente imposible de definir, la historia es pobre... sin embargo, situa a Demi Moore en lo más alto del star system de la época. Una época en la que la estética hollywoodiense, no pendía de estilistas cocainómanas y adictas a la asimetría, pero en la que comenzaban a retratarse y comentarse los vestidazos al detalle. Sus papeles (Como el de La teniente O´Neil, 1997) le hacían cambiar drásticamente de aspecto físico. Viendo la progresión de Demi en sus ropajes, se entiende cómo vive la actriz sus inseguridades. Su forma física, su alimentación, los tratamientos de todo tipo y las visitas al quirófano, adecuaron a una Demi musculada y resultona, convirtiéndola en una mujer madrura con una excelente apariencia de crudivegana veinteañera.
Este proceso se entiende sobre todo porque en 2005 se casa con el guapérrimo actor Ashton Kutcher. Por supuesto ella era más famosa, y la pobre chica endeble e insegura se convirtió en una de las mujeres más deseadas (con un físico del todo adecuado a la época) y más envidiada. (¿Quién no querría tener un simpático Kutcher tweeteando fotos y palabras de amor por su mansión?). El matrimonio aparecía de punta en blanco en un estreno o mostraba su divertida y desprejuiciada rutina al mundo a través de las redes sociales, que Ashton, como buen jovenzuelo, dominaba. (En 2009 él consiguió un millón de seguidores de twitter, más que la CNN -hoy colecciona algún millón más-). Protagonizó un reality, se hizo con la situación y parecía haber nacido para ser esposo de celebrity. Demi buscaba un soporte y Kutcher era perfecto para sostener la figura -notablemente más joven y atlética que una década atrás- de Demi. Ella necesitaba energía, necesitaba cariño, necesitaba seguridad, y necesitaba sentirse fuerte, maternal, poderosa... algo que con un hombre de su edad dificilmente podría.
Sin embargo, nuestra Demi, para acaparar todos los clichés de la ejemplar superestrella, se redujo el pecho y se aficionó a la cábala como si del bingo se tratara. Intentó meter a su joven marido; pero para entonces parece ser que la pasión estaba bastante lejana ya. Los últimos años, la pareja ha sobrevivido a rumores de infidelidad (por parte de él) y de rupturas. ...Hasta que a finales del año pasado, al fin se confirmaron ambas cosas. Tras la separación, ella ha hecho declaraciones que a mi me parecen espeluznantes: Teme acabar sus días sola, y es adicta al Red Bull. Tanto lo uno como lo otro, denota un miedo patológico y una situación realmente triste.
Demi se encuentra reposando. A mi me encantaría que tuviera una madurez-vejez gloriosa, que se dejara de maridos y se dedicara a hacer películas de mujeres perdedoras, luchadoras, alegres e incluso arrugadas. ¿A qué sería guay?
Si los personajes públicos están para ser juzgados, yo me declaro fan de Demi, por débil, por humana, y porque me encantaría que fuera mi amiga, y decirle que sólo se necesita a sí misma para recuperarse. Les repito la pregunta ahora: ¿Es una víctima o una mujer fatal?
Aprovecho para mandar toda mi fuerza y un millón de abrazos a Jose y todos los amigos de Eri; a Raúl y todos los amigos de Sergio y a todos los amigos de P. Polo. Amigos, aprovechemos este ratito en el que coincidimos en la vida para ayudarnos y disfrutar.
Lo dice Diana Aller