
Me fastidia mucho cuando voy a mi supermercado de referencia y encuentro que han hecho obras y cambiado las cosas de sitio ¿A qué cambiar lo que está bien?
Sin embargo hay algo dentro de mí que agradece estas cosas, algo que entiende el cambio como crecimiento... Esa misma razón que me hace cambiar el modo de escritura del móvil o el medio de transporte para ir a trabajar.
En este, mi site personal se hacía necesario un lavado de cara y la gran Rocío Olmo se ha ocupado gustosa, dejándolo como merece. Espero que sirva para comenzar con suerte una nueva etapa en mi vida y les invito que también en las suyas. En lo personal he introducido algunos cambios: Me he cambiado de trabajo (Mi actual empresa se llama Pulso, nombre que me encanta porque apela a la fuerza, a la salud y a la violencia) y me he comprado un vestido que no estaba de rebajas.
Alguna vez he tenido miedo a los cambios muy bruscos, pero conforme pasa el tiempo, me doy cuenta de que son siempre favorables. El verano pasado lo pasé realmente mal. Me quedé sin trabajo y sin inquilinos en mi casa de casada (gracias a los que pago mi hipoteca de la que me restan nada más 27 años). Me embarqué en un lavado de cara de la vivienda, parecido al de este blog: pintar, acuchillar... para alquilar la casa en condiciones. Contraté para ello a Nelu, que venía avalado por varios arreglos que me hizo años atrás. También había arreglado persianas y puertas a mis padres, a mi hermana, a Clara Barral, a su cuñado Luis Canut, a varios conocidos con total solvencia. Aunque algo chapucero, Nelu resultaba económico.
Me comentó que su madre estaba en un hogar para mayores en su Rumanía natal, y él desde Brunete, su residencia, le enviaba el dinero para pagarla. Un día me pidió si le podía adelantar el dinero. El llevaba varios días trabajando y por supuesto se lo di. 1500 euros. En esos días me empecé a encontrar muy mal: rozaba los 39 grados de fiebre y me dolía todo el cuerpo.
Hoy sabemos que la gripe A fue un camelo enorme, pero yo consultaba enfermizamente la web del ministerio, y cuando leía que había 832 contagiados, yo pensaba "Yo soy la 833". Sobre todo cuando fui a urgencias de la S. Social y un médico (peruano) me dijo que yo era una muchacha muy linda y que sólo tenía un catarro.
Nelu dejó de contestar el teléfono y yo continué encontrándome mal. Me dolía la garganta, tenía mocos, y llevaba con fiebre altísima 12 días. Me encontraba sin fuerzas siquiera para salir a la calle. Vivía de mi desempleo, que junto con mis ahorros, le confié a Nelu. Me sentí muy sola, y se me pasó por la cabeza si esto sería una espiral hacia dentro, un camino desesperado hasta la destrucción. Fui a Urgencias por mi seguro médico. Con una simple radiografía dectaron que ni gripe A ni nada: padecía una vulgar sinusitis, que empecé a tratar al instante. (El dolor de cara llegó a ser tan fuerte, que sólo me calmaba respirando profundamente recogida sobre mí misma en la oscuridad).
Estaba arruinada, enferma, con mis dos hijos en casa y sin trabajo. Pensé bajar al supermercado (que para colmo de males, habían reformado) y pedir comida, porque no tenía ni para comprar leche a los niños. Nunca había estado tan apurada. Enseñaba el piso para alquilarlo, mientras mi hipoteca no bajaba como las demás. Finalmente una pareja se mostró muy interesada. Se lo pensarían. Aparecieron en una segunda visita con metros para medir cada rincón; yo allí, con mis niños y mi sinusitis, no paraba de explicarles que habría que reformar un poco la vivienda (Nelu apenas llegó a hacer nada). Sonó el teléfono: El gran Josep Tomás, me decía que "había un hueco" en Sálvame. Las condiciones no eran muy buenas, pero, por supuesto me dio igual. Dije que sí, que me interesaba, y mucho. Al poco me llamó Rebeca Jiménez, la que sería mi coordinadora y una de mis fuentes de inspiración. La pareja se quedó el piso.
Pedí dinero a Araceli Segura para "ir tirando",y ella me lo dejó sin pedir ninguna explicación. Busqué en internet un/a canguro para mis hijos. Encontré una chica francesa, muy amable e interesada. Todo marchaba. Quedé con ella, y se presentó con su hija, un bebé que se llamaba Amelie. Me contó que el padre de la niña se había ido por ahí y la había dejado, y estaba empezando una relación con un chico. Ella no encontraba trabajo (era enfermera) y necesitaba dinero. Le dije que no había ningún problema en que se trajera a Amelie para cuidar a mis hijos, al fin y al cabo, las cosas funcionan cuando las mujeres nos entendemos y ayudamos, cuando compartimos problemas y aprendemos a superarlos juntas. No me gustó tanto el hecho de que estuviera en tratamiento con antidepresivos, pero al fin y al cabo agradecí su sinceridad, y pensé que hay que fiarse siempre de la gente, si no, no avanzaríamos en la vida.
Después llamé a Efrén, un "chapuzas" que me había recomendado uno de los chicos a los que enseñé el piso. Accedió a pintar y acuchillar el piso, arreglar las ventanas, y hacer limpieza a fondo. Yo le pagaría con la fianza de los inquilinos.
Me encontraba aun débil, pero la vida me sonréia... El día antes de empezar a trabajar, llamé a la francesa, para citarla y chequear que tenía todo claro para cuidar a mis hijos al día siguiente. Tras tres impacientes llamadas en las que no contestó, me dijo que Amelie estaba enferma. Le hice saber que no importaba, que en mi casa estaría bien. Me dijo que no quería que contagiara a mis hijos, pero, llegada a este punto, me daba igual que los contagiara, no me quedaba otra... Finalmente me dijo: "Es que no me apetece trabajar". Quise gritar, dar algún puñetazo o llorar y darme por vencida en la vida; pero no: Le dije que esperaba que le fuera bien en la vida, y rápidamente me metí en internet. Me había contestado en la web de babysiting una tal Carmen. Su español nombre me pareció una bendición. Y lo fue. Carmen, una morenísima madrileña, acompañada de su prima Gema, asumió desde entonces el cuidado de mis hijos. Son dos chicas estupendas, guapas, listas y "normales", algo que agradezco muchísimo. Me incorporé a Sálvame. Allí he pasado momentos felicísimos, he aprendido mucho, me he reído, he llorado, he terminado mi novela, pero lo mejor ha sido que he conocido a gente fabulosa, que me han aportado muchísimo. Me encantaría nombrarlos a todos, pero entiendan que aquéllo es como el ministerio del interior: son demasiados. Los inquilinos siguen viviendo en mi casa, pagué a Efrén, y tardé algo más en devolver a Araceli el préstamo. No he vuelto a padecer sinusitis, y por fin bajó la cuantía de mi hipoteca. En mi nuevo trabajo tengo un sueldo decente, y cuando echo de menos a mis compañeros de Sálvame, miro sus facebooks y les convoco a fiestas. Si no me hubieran ido mal cosas, no valoraría tanto lo bien que me van ahora. Soy muy feliz y no temo a los cambios. Espero que los de este blog les gusten.
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Lo dice Diana Aller