El problema es que el docu-reality al final ni es documental ni es reality. Los que trabajamos en televisión, lo hacemos siempre bajo la premisa de que nada es real. En el momento en el que se monta una imagen tras de otra ya se está manipulando, y uno de los verbos más utilizados en nuestra profesión es "falsear". Es el equivalente del fotoshop en la fotografía o el guión en el cine: darle a la realidad una intencionalidad (estética casi siempre) según el argumento a mostrar.
Y éste es el principal fleco sin resolver de 21 Días, un programa en el que una reportera, realiza una inmersión en un mundo que en principio le es ajeno. Claro que la inmersión no es total: Primero porque sabe que al cabo de unos días vuelve a su casa, a su vida, y segundo porque pretende "meterse en la piel" de quienes son su objeto de estudio; y no, en absoluto lo consigue. Tan sólo unos juicios de valor, mal enfocados casi siempre, son los que nos hacen creíble esta pantomima de reporterismo.
En su última vivencia, Samanta se fue a pernoctar a una chabola de gitanos pobres. Con pobres me refiero a no traficantes. La labor de cásting desde luego fue soberbia, porque la familia que la acogió eran muy gitanos, muy pobres y tremendamente hospitalarios. Aunque, como es habitual -muy a mi pesar y al de Samanta- se procuraban la subsistencia de forma alegal: desde pequeños hurtos hasta cazando liebres. Bien, pues la joven reportera muy afectada por la detención de uno de los miembros del clan que acumulaba sentencias como yo bolsos, se lamentaba con una letanía de "No hay derecho, no hay derecho lo que hacen a esta gente".
Mal enfoque. Si esos son los juicios que extrae Samanta, vamos mal.

Por contra, me fascinó la matriarca y su relación con la paya reportera. La gitana era sincera, fuerte, inteligente, trabajadora... merecería un documental entero ella sola, libre de Samantas y valoraciones éticas.
Hubo varias cosas que restaron credibilidad al docu-reality: totales (declaraciones a cámara) donde no estaba presente Samanta, sólo los "entrevistados", que se sinceraban, supongo que ante los redactores que les preguntaban.
En uno de los momentos álgidos, cuando van a robar no recuerdo qué (creo que algo de chatarra), están a punto de pillarlos, y los gitanos gritan (supongo que al cámara) ¡Samanta! ¡Samanta! ¡Avisa a la Samanta!, que debía estar bastante lejos de allí, quiero pensar que simplemente "despistada".
Si aparte de la señorita Villar por allí pululan operadores de cámara y redactores ¿Qué inmersión es esa?, y lo que es peor ¿Qué fiabilidad tiene el programa? ¿Cómo sé yo que esta chica no ha ido a su casa a ducharse algún día o ha pasado 21 jornadas o solo 6?
Si lo que queremos es credibilidad, hay que currársela un poquito más.
Reitero que el problema no está en ella, pero viendo sus aportaciones en otros medios (y como se la están "rifando"), me da que pensar ¿Es que no hay más reporteros en España? Mi amiga Noemí Redondo, sin ir más lejos, es capaz de convivir con una tribu caníbal, de esconderse una cámara en cualquier orificio de su cuerpo y relatar con la necesaria distancia cualquier vivencia de forma objetiva.
Me han decepcionado especialmente ciertas declaraciones de la Villar en una entrevista de Fórmulatv, que paso a copiarles aquí mismo:
¿Crees que '21 días' es la mejor manera de mostrar algunos de los problemas sociales que nos rodean?
Creo que es una nueva manera de enseñar problemas sociales a la gente. Explicar desde dentro cada tema te da una nueva óptica y más información. Aparte del trabajo tradicional periodístico. Además, es una fórmula que es asequible para el espectador y me permite conseguir mi objetivo que es llegar al máximo tipo de gente para darles la información del tema y removerles en su asiento para que reflexionen.
¿Volverías a repetir alguna de las experiencias anteriores? ¿Cuántos programas más tendremos ocasión de ver?
El programa pretendemos que dure todo el año. No creo que vuelva a repetir ninguna de las experiencias porque el objetivo ya está conseguido, que es el de hacer el reportaje.
En este fregado está metida la gran Bibiana Bergia, lo que me hace darles oportunidades una y otra vez, así que seguiré viendo el programa esperando que se redefina como un docu-show o un trash-reality.
En cualquier caso, me parece acertadísima la definición de "demagogia chabolista de ficción" de Bobpop, y además, me aventuro a proponer nuevos retos para el programa.
Dado que dura 21 días y que me hace pensar cómo se maneja en situaciones tan cotidianamente femeninas como tener la regla, he llegado a la conclusión de que entre uno y otro reportaje, la muchacha se dedica a menstruar, para quitaerse un engorro... Se me ocurre entonces un "21 días teniendo la regla" tal y como ocurre en un postparto. Seguro que pueden inducir hormonalmente su organismo para que tal cosa suceda y nos lo cuente, con unteatral "No hay derecho, no hay derecho..."
Propongo también que pase "21 días como pingüino de Faunia". El parque animal de Madrid tiene un pingüinario muy vistoso y bien ambientado.
Cuando dejo a mi hijo en el cole, me fascina la cantidad de abuelos y abuelas que se ocupan de los niños. Me gustaría que Samanta se pusiera en su piel, cuidando nietos, colándose en el super, mirando obras, padeciendo problemas de retención, entrando y saliendo de los ambulatorios para que le receten pastillas. Pues eso "21 días siendo abuela".
Gracias a la publicidad y a veces por propia experiencia, conocemos el engorro de no tener cierta regularidad para "ir al baño". Para conocer de cerca esta problemática, nada como "21 días estreñida".
Para probar la paciencia de la reportera le propongo también "21 días con un cantautor" ¿Se imaginan siquiera el suplicio de 24 horas con Ismael Serrano?
Y para comprender a una generación entera (tal vez la suya) nada como "21 días hablando chiquitistaní".
En resumen, que le saco defectos, pero "21 días" me gusta.
Lo dice Diana Aller